A la hora de plantear retos, cambios, desafíos… qué puede más en nuestras mentes, en nuestros equipos, tener la Razón (para no hacer ni intentar) o querer un Resultado (la posibilidad). Aprendamos cómo opera el pensamiento (David Bohm)

JULIÁN TRULLÉN. CAMBIÓLOGO

Le damos mucha importancia al pensamiento. Algunas veces nos empeñamos en tener la razón, y la mayoría de las ocasiones, le damos más importancia a tener RAZON QUE AL RESULTADO de nuestras acciones o intenciones. Y además es una de las mayores barreras al cambio (de resultados). Pensamientos como “es imposible”, “no va a salir bien”, “siempre nos pasa lo mismo” “ya sé lo que va a pasar” “estaban de vacaciones” … se convierten en razones que limitan la posibilidad y el resultado. Basta con tener una razón, para que la mayoría de las posibilidades que se nos puedan plantear las bloqueemos, impidiendo el Resultado. Quizás le demos demasiada importancia al pensamiento. ¿Pero cómo opera el pensamiento? Las reflexiones de Grindler y Bandler, Dilts y David Bohm, uno de los filósofos y físico cuántico más relevantes del siglo XX nos van a ayudar a desvelarlo y a comprender CÓMO abordar esas barreras al cambio.

Dice D. Bohm que, «desde el origen de la civilización, nos sentimos muy orgullosos del pensamiento, pues a través de él hemos creado todo lo que tenemos alrededor, tecnologías, automóviles, productos industriales, construcción, arte, poesía…prácticamente todo lo que llamamos naturaleza ha sido ordenado por el pensamiento. Aun así, hay algo que no funciona bien y que genera la destrucción, el pensamiento fragmentario que descompone la cosa en partes, como si realmente fueran independientes. No solo hace distinciones, sino que separa cosas que no están separadas. Es como si en vez de quitar cuidadosamente las piezas de un reloj, lo rompe en pedazos. Las piezas forman parte de la totalidad, pero los fragmentos se separan de manera arbitraria. De manera que cosas que están vinculadas entre sí, se tratan como si no tuvieran nada que ver. Todo esto está generando la amenaza para nuestra supervivencia. Pero no se puede recurrir al pensamiento para detener el proceso del pensamiento. Tampoco podemos ir a los pensamientos negativos y detenerlos. Debemos ir más profundo, a la raíz, al origen. «

Como si de un arroyo contaminado se tratara, si no solucionamos el vertido en el origen, no en la desembocadura, no podremos solucionar la contaminación. De la misma manera sucede en el pensamiento.

No resulta nada habitual en nuestra cultura y en nuestra sociedad el poner la atención en cómo funciona el pensamiento, pero resulta esencial, ya que todo depende del pensamiento, y si este funciona mal, todo lo que hagamos estará mal. Estamos tan acostumbrados al pensamiento, que no le hacemos el menor caso, y no le ponemos la menor intención.

Por ejemplo, cuando alguien afirma “esto me supera”, esta afirmación puede ser cierta desde un punto de vista, pero falsa desde el otro. Si afirmas que esta crisis es un fenómeno externo lo conviertes en algo fuera de tu poder de intervención y te verás superado por él. Si lo conviertes en opinión y sensación, tienes la posibilidad de poder explorar en lo profundo, tomar conciencia, aprender y salir. Cómo dice D Bohm, es como si construyes una presa y se va erosionando hasta que se derrumba y el agua se desborda. Es evidente que en ese momento ya no hay posibilidad de enderezar las cosas. Lo importante es descubrir cuál es el motivo que nos llevó a construir mal la presa y a descubrir la forma en que se va erosionando, que en definitiva es lo que ocurre a nivel más profundo.

La clave para Bohm (y para mi) es que la verdadera crisis no consiste en los hechos a los que nos enfrentamos, sino al pensamiento que ha generado todo eso. Y dependiendo de nuestra apertura y de cómo somos capaces de pensar, todos podemos llegar a hacer algo al respecto.

Uno de los pensamientos que nos hacen tropezar y vivir esas crisis es la creencia de que “yo estoy haciendo bien las cosas y son los demás quienes las hacen mal”. Ese pensamiento nos invade como un virus, una enfermedad del pensamiento, del conocimiento, de la información que se propaga por todo el mundo. Y cuantos más ordenadores, aparatos de radio, televisión hay, mayor es la velocidad a la que se propaga porque estos dispositivos sirven para transmitirlos. El pensamiento colectivo se contagia y sin darnos cuenta, como si se tratara de un virus, la modalidad de pensamiento que nos caracteriza se instala en nosotros.

El único sistema, la única forma de atajarlo es ser conscientes, reconocer su presencia, y podremos así explorar en nosotros y en nuestras profundidades de cuál es el origen del problema, que es idéntico en cada uno de nosotros. Porque aunque atribuyamos el origen del problema a algo exterior a nosotros, el origen es mucho más profundo y se asienta en el proceso global del pensamiento, algo que es colectivo y nos afecta a todos.

Debemos poner por tanto en cuestión la creencia de que el pensamiento es algo individual. Si es verdad que gozamos de cierta independencia, ahora bien, si observamos con más detenimiento, veremos que se trata de algo más sutil. Tenemos que llegar a ver el pensamiento tal y como es, sin prejuicios. La mayoría de lo que creemos que es nuestro pensar no es individual, es consecuencia de nuestra cultura y nos impregna. Nosotros solo hacemos pequeñas modificaciones a lo que nos transmiten nuestros padres, amigos, escuela, políticos, periódicos, libros… seleccionando lo que nos agrada y desechando lo que nos disgusta, pero su origen es común a todos nosotros. La estructura profunda de nuestro pensamiento, su fuente continua y atemporal, se halla siempre en el presente y para descubrirlo no debemos remontarnos en el tiempo.

Es importante darse cuenta de que la estructura común del pensamiento es común a todos nosotros, y es importante ser consciente de que el contenido del pensamiento y la estructura profunda no son dos cosas separadas, porque la forma en que pensamos sobre el pensamiento tiene un efecto sobre su estructura. Si pienso que el pensamiento viene de mí, esa creencia afectará al modo que opere mi pensamiento. Debemos observar tanto el contenido como la estructura del pensamiento.

También tenemos la sensación de que “sabemos” todo tipo de cosas, pero también podríamos decir que no somos nosotros mismos, sino el “conocimiento mismo” el que sabe todas las cosas. Es decir, el conocimiento es autónomo y se transmite de una persona a otra. La especie humana posee un substrato de conocimiento que ha ido creciendo con el correr de los siglos y se halla rebosante de contenidos.

R. Dilts nos enseña la metáfora del iceberg y los niveles lógicos como elemento organizador de la experiencia humana, el ser humano actúa en un nivel visible en función de otro invisible e inconsciente.  Para un entorno dado, nuestras actuaciones se basan en unas capacidades a las que a su vez les dan permiso una serie de creencias o valores, que se organizan en una idea de nosotros mismos o identidad y enfocadas en un sentido o visión profundo sobre nuestra existencia. D Bohm nos muestra cómo se crea la parte invisible de significados profundos, Plantea que todo pensamiento se basa en anteriores y lo genera la memoria. Acumulamos el conocimiento (significados, aprendizajes) a través de la práctica y la experiencia. Pensamos algo, lo organizamos, lo integramos en la memoria y termina organizándose en conocimiento. Todo se halla ligado a alguna parte del cuerpo, todo está dentro del mismo sistema. El conocimiento tácito (o como prefiero llamarlo, significado profundo) es aquel pensamiento, que pese a estar presente, no puede formularse verbalmente, como la capacidad de andar. Cuando andas no sabes explicar cómo lo haces. Dentro del proceso de aprendizaje, eres inconscientemente competente, ya está integrado dentro de ti, simplemente andas. Es una prolongación de algo que vivimos en el pasado. Así pues nuestra experiencia- conocimiento, significados, pensamiento, emoción y práctica– forman parte integral del mismo proceso.

Por otro lado, es interesante distinguir entre el “pensamiento” y “lo pensado”. El pensamiento tiene que ver con el presente tenso, una actividad en curso que puede incluir una sensibilidad crítica de una actividad que no funciona bien, la aparición de nuevas ideas, y tal vez alguna percepción interior. Lo pensado atañe al pasado. Tenemos la creencia de que nuestros pensamientos se desvanecen, pero no se evaporan, de alguna manera quedan en el fondo de nuestro cerebro y dejan una huella, lo pensado. Y a partir de ese momento, lo pensado opera de manera automática, con lo que lo pensado es la respuesta de la memoria a lo que ha ocurrido.

Del mismo modo sería interesante distinguir entre el “sentir” (sentimiento) y lo “sentido”. El sentir se experimenta en el presente activo, en el que la sensación se halla en contacto con la realidad. Lo “sentido” son sensaciones que hemos registrado. De la misma manera, nuestro cerebro puede asociar una situación a una sensación del pasado, y en ese sentido son “sentidas”.

El hecho es que como nuestro cerebro es también como un gran ordenador cuántico holográfico que asocia distorsionando lo que está percibiendo con lo almacenado y generando una “realidad dentro de nosotros”, de manera que cuando actuamos inconscientes y reactivos, como sólo son grabaciones que vuelven a activarse, tienen escasa relevancia y efectividad a la hora de proporcionarnos una respuesta a la situación inmediata que estemos viviendo.

Lo pensado y lo sentido no son ajenos a nosotros y son prácticamente imposibles de controlar, aunque nuestra cultura nos dé una imagen errónea de esto. Ante una situación de sensación de ataque (por ejemplo, cuestionan nuestra idea y nos sentimos apegado a ella) nuestro sistema neuroquímico segrega las mismas sustancias que si se tratara de un ataque del tigre sable, generando las estrategias instintivas. Ese estado no es el más adecuado para tener una vía de salida intuitiva creativa, de hecho, cuanto más pensemos en este estado, peor nos sentiremos.

Podríamos pensar cómo hipótesis que el nuevo cerebro (neocortex) se desarrolló tan rápido que no le dio tiempo para tener una relación armoniosa con el antiguo cerebro (conectado a la realidad, emocional e instintivo), de manera que esa capacidad nueva holográfica de proyectar imágenes muy realistas del neocortex, el viejo cerebro, no ha aprendido a comprender la diferencia entre una imagen y la realidad. Es como si el nuevo cerebro, que no puede relacionarse directamente con las cosas, confunde al viejo cerebro y provoca una serie concatenada de errores. En la actualidad el medio fundamental en el que se mueve el cerebro antiguo no es la naturaleza, sino el nuevo cerebro, encargado de filtrar la naturaleza que llega hasta nosotros. Como nos enseñaron R Bandler y J Grindler, nosotros no nos relacionamos directamente con el territorio de la vida, sino a través de un mapa de la vida. Es como si el eslabón perdido que cuentan fuéramos nosotros mismos.

Los pensamientos, los significados, las fantasías, los mitos se cuelan en nuestra percepción tiñendo las imágenes internas y creando de manera distorsionada lo que nosotros llamamos realidad. Y cada cultura y cada ser humano tiene las suyas, introduciéndose en nuestro campo perceptivo como si fueran realidades tangibles. Esto genera en gran medida los límites y posibilidades en nuestra vida. Puede que nuestra experiencia o nuestra cultura nos lleve a tener un significado profundo sobre lo que somos nosotros mismos (poco creativos por ejemplo), o sobre lo que son las cosas (hacer esto de esta manera es imposible), o sobre significados en la vida (expresar las emociones es de- o te hace- persona débil) y es ese significado en que tiñe la imagen que se proyecta cuando el cerebro anticipa una situación, haciendo que nuestra “realidad” nos haga poco creativos o que plantee la vida en términos de imposibilidad. Sin embargo somos incapaces de darnos cuenta de este hecho., hay un orden superior de hechos, y no ver directamente los hechos, es el auténtico punto de partida.

El pensamiento nos ofrece una representación de la experiencia, nos lo presenta de nuevo. La percepción nos presenta algo y el pensamiento nos lo re-presenta como una abstracción. Es como un mapa, más limitado que el territorio que representa, pero nos resulta una abstracción útil porque deja de lado detalles que no interesan. También ocurre que cuando alguien habla, suscita en los que le escuchan algún tipo de representación, completan su representación interna en función de sus ideas profundas, miedos, intereses, prejuicios… es lo nosotros llamamos “el relleno”. Una persona habla y las otras la rellenamos. Pero esta percepción no es idéntica a la cosa representada, sino que es abstracta, y destaca ciertos puntos que pueden ser de interés respecto a la percepción original, constantemente estamos articulando este tipo de representaciones.

El hecho es que la representación no solo está presente en el pensamiento, sino que se funde con la experiencia o la percepción real.

De esta forma la resultante de la percepción de los sentidos, el pensamiento y algún tipo de intuición entremezclamos es lo que llamamos “presentación neta”. Sintetizado, el modo que experimentamos algo depende del modo en el que nos lo representamos … o mal presentamos.

La presión a la que se halla sometido el pensamiento para representarse la situación de un modo más adecuado es el origen del autoengaño, de nuestros límites a las infinitas posibilidades.

Nosotros no solemos percatarnos de la relación existente entre presentación y representación, pues el pensamiento parece incapaz de darse cuenta de que esto es lo que ocurre. Por alguna razón el pensamiento los confunde. Todo esto ocurre sin que seamos consciente de ello. No se resta de valorar si es bueno o malo, lo que funciona mal es que nos demos cuenta de ello. Poco podríamos hacer si no hubiese relación entre representación y presentación. Si queremos emprender algo no basta con representarla en nuestra imaginación, también debemos tenerla presente en nuestra percepción. En la disciplina de la PNL se llama POPS, Prueba Operación, Prueba Salida. Si quiero hacer una figura de barro necesito tener la presentación de las diferentes etapas de la evolución del barro, de manera que esa presentación, al compararse con lo que va ocurriendo, lleva a desarrollar las operaciones necesarias hasta que tengo la figura de barro. No es posible actuar bajo una representación imaginaria, necesitamos una presentación concreta en términos de imágenes, sonidos o sensaciones, también llamado V.A.K.

Cómo hemos visto, la misma realidad tiene representaciones diferentes, una trucha se le representa de manera diferente a un biólogo, a un cocinero o a un pescador. Y existen momentos en que debemos forjarnos representaciones que se ajusten a nuestros intereses, decimos “necesito representármelo de cierta forma para poder hacer algo”, lo cual mantiene nuestra atención e interés mientras llevamos a cabo la acción. Necesitamos dar significados nuevos a las cosas para que nos orienten a situaciones más creativas, más intuitivas, más abiertas, de mayor posibilidad. No hay nada equivocado en ello, de hecho resulta absolutamente necesario para emprender alguna acción. Es necesario que se nos presente de esa manera. Necesitamos poner el foco en la solución y no en el problema, necesitamos poner el foco en el ‘como si’, y no en el ‘porqué no’, resulta más útil poner el foco EN EL RESULTADO y NO EN LA RAZON (del porqué no). Nuestro cerebro no va a diferenciar cual es verdad o cual es mentira, y seguramente, este no será el debate más constructivo y creativo. Resignificar, poner el foco en como si, hacer que sea posible, no hay nada equivocado en este pensamiento, lo necesitamos para poder presentarnos un desafío o resultado a conseguir.

La falta de conciencia respecto de ese proceso resulta crucial. Cuando aceptas (das como verdadero, das por hecho) una idea, una creencia, un significado, la representación del pensamiento influirá y distorsionará la presentación perceptual de la situación, y lo vivirás, lo sentirás como algo inherente a la persona o la situación.  Si alguien dice “los empresarios son unos explotadores” y tú lo aceptas y lo das por hecho, “la representación del pensamiento influirá en la presentación perceptual”. Una vez que lo hayas aceptado, se convertirá en un pensamiento tácito e implícito que se presentará como si de una percepción se tratara la próxima vez que veas a un empresario y la explotación se verá cómo algo inherente a él. Uno no dice “soy consciente que una persona me ha dicho que los empresarios son explotadores pero el hecho es que pueden serlo o no. Mejor será que observe para ver si es cierto” En lugar de ello, “lo que son” parece presentárnoslos “ahí fuera” y a partir de ese momento, pensamos en ello como si fuera un hecho completamente ajeno al pensamiento. Además somos muy dados a dar como criterio de verdad lo que sentimos, cosa que aun complica y limita más la situación.

En ese momento el pensamiento comienza a confirmarse a sí mismo y a crear “hechos” que realmente no son tales. Que después los das por hecho. En ese momento el “hecho” está siendo elaborado de manera errónea, no está siendo manufacturado de manera adecuada porque no solo mezclamos nuestro pensamiento con el “hecho”, sino que no nos estamos dando cuenta de que eso está sucediendo. Es cuando en nuestras interacciones buscamos tener la razón

Es importante darse cuenta de que la mayoría de nuestras representaciones son creaciones colectivas, lo cual les otorga un enorme poder. Esto a veces genera lo que nosotros llamamos Club de Victimas o grupos de personas que se identifican con el grupo y se unen por una “hecho manufacturado que genera incomodidad en nosotros y que es causado por alguien ajeno y externo a nosotros y que lo hace responsable de nuestro victimismo”. Y como no queremos quedarnos al margen del consenso general muchas veces por miedo a la soledad y la exclusión, solemos tomar el hecho de que todo el mundo esté de acuerdo como prueba de su validez. Continuamente nos hallamos bajo la presión de aceptar ciertas representaciones y verlas de ese modo, a cambio de sentirnos aceptados y no rechazados por el colectivo.

La representación tiene verdadero valor en el intercambio, varias personas se reúnen y aportan determinadas representaciones sobre un aspecto, y en la medida que van comunicando, esa representación se va transformando, lo cual modifica nuestra presentación y también la relación. Las relaciones se unen a través de los significados. En ese intercambio las personas pueden ser rígidas o abiertas, curiosas. Ambas podrán estar enfocadas, unas en imponer sus razones otras para tener resultados. Lamentablemente la tendencia es a defender inconscientemente las ideas de significación fundamental para alcanzar un estado mental de cómodo equilibrio. Existe una tendencia entonces a imponer las ideas familiares, aunque se consideren inadecuadas. Y esto crea la ilusión de que no se necesita ningún cambio. De alguna manera, ya tenemos la RAZON que nos limita y nos impide enfocarnos en conseguir una solución hacia un RESULTADO.  Si hay varias personas implicadas, se producirá una confabulación para defender esas creencias.

Aferrarse a las ideas familiares es lo mismo que impedir a la mente comprometerse en un juego creativo, y esto impide tener la tensión vibrante y energía para liberar la rigidez de las ideas habituales. Se le ha obligado a aceptar que no puede ser de otra manera. Se le ha aceptado a rechazar la posibilidad del RESULTADO

Si el pensamiento se vuelve rígido en alguna posición, la mente queda atrapada en el dogmatismo adoptando formas sutiles difíciles de identificar:

  • Una es creer que la verdad está absolutamente identificada a la lógica formal.
  • Otra es identificar verdad con intuición, y no estar dispuesto a dimitir a la intuición a pruebas de evidencias o de lógica formal.
  • Otra es asociar la verdad a la “sensación de” o a la percepción.
  • Otra es el prejuicio, presentando las opiniones fijas con un mal uso de la lógica formal, se presentan de manera vaga e indefinida, bajo el disfraz de una auténtica percepción genuina o sobre proposiciones futuras no contrastables
  • También es interesante darse cuenta que para reconocer una cosa cualquiera, se debe de relacionar con el concepto mental que tenemos de él. Si no existe el concepto mental, no se puede reconocer esa cosa

Una adecuada inteligencia creativa exige de una mente libre de rigidez en cualquiera de las formas que se presente.

Cuando las cosas parece que funcionan bien, no hay manera de darse cuenta de si algo está mal, porque hemos aceptado que lo que ocurre es independiente del pensamiento. La única posibilidad de mejorar aparece cuando existe un conflicto, algo nos sorprende u ocurre una contradicción y desde ahí construimos una nueva vía de solución apoyada en una nueva representación. De ahí la necesidad de abrazar y aprender a manejar las barreras y el conflicto en las relaciones.

El cambio en nuestras representaciones abre entonces la puerta de transformaciones más profundas. Nos permite abrir las posibilidades y enfocarnos en los RESULTADOS. Cambiar las representaciones nos lleva a una visión más amplia. Solo tenemos que ser consciente de cómo el pensamiento produce presentaciones a través de nuestras representaciones, descubramos el truco y dejaremos de estar engañados.

Son muchos los mundos posibles y todos ellos dependen de nuestra representación colectiva. No es suficiente con que una persona cambie su representación, el verdadero cambio ocurre cuando cambiamos nuestras representaciones colectivas, las representaciones de los equipos, para juntos, en una visión (representación) compartida, poder enfocarnos en las presentaciones que nos acerquen a los RESULTADOS.